Declaración Final

Me siento profundamente humana, me niego a recibir etiquetas.

Agradezco el reconocimiento de lo que, en parte, soy por venir de donde vengo.

Porque de donde vengo, sobran sonrisas, brazos y abrazos para acoger al que viene con olor de otros mares.

Es de color azul, mezcla de sabores y culturas. Negros, taínos, blancos, en fin dominicanos.

Tenemos pobreza que no muere de hambre, hambre que encuentra solidaridad vecina, de los mismos pobres, o de otros que, por Gracia de Dios (o del Universo, como quieran llamarlo) tenemos la oportunidad de ayudar, no desde la carencia, tampoco desde la abundancia, aunque allí la abundancia muchas veces también es solidaria.

Me siento orgullosa de ser dominicana, y lo digo aunque suene a cliché, porque se dibuja en mí una sonrisa cuando reconozco a alguien por la calle y lo siento compañero, aunque no mediemos palabra, aunque él no pueda reconocerme.

Me siento orgullosa de la tambora y de la güira, del perico ripiao y del merengue. Del poeta, del artista plástico y del músico, del de las novelas, del que se levanta temprano a trabajar la tierra que me da el arroz, el fruto de cada día.

Me siento orgullosa de todos los que son capaces de ver, por encima de todo, a ese "país en el mundo" que "colocado en el mismo trayecto del sol" despierta cada día con nuevos recursos, con posibilidades, y pone manos a la obra.

Agradezco, además, a los que han sabido verme. Gracias por acercarse con un papel en blanco para que el contacto y la mirada, le diese mi color.

Espero que con el tiempo sigamos reconociendo a las personas por el universo de cosas que la construyen, porque sí, somos de un lugar, pero también de una familia, de una historia personal única, y sólo éste conjunto es lo que nos define.

Abramos nuestros sentidos y el corazón para escucharnos más allá de nuestras seguridades antepasadas. Reconozcamos nuestras diferencias para celebrarlas y juntos construir un futuro sin fronteras.

Sep. 28, 2008
Madrid